¿Cómo era posible?, ¿por qué no estuve ahí?, ¿y si fue por mi culpa?, si me querían a mi, ¿por qué tenían que matarlo a él?
Más preguntas y más preguntas resonaban en mi cabeza, estaba al lado del cuerpo frío de mi padre ensangrentado, no lo podía creer, estaba sola con varios hombres corriendo por todos lados, estaban armados y encapuchados tratando de despejar el área para resguardar mi seguridad ahora que habían asesinado al jefe de la red de narcotráficantes más grande de México.
"Tenemos que irnos ya, federales, estatales y hasta los soldados están en camino, tenemos que irnos ya por favor" Solo escuchaba a varias personas hablar al mismo tiempo, no podía gesticular nada aún, balbuceaba nada más, aún estaba en shock al ver la sangre de mi padre sobre mi ropa, sobre mis manos. Esto no se iba a quedar así, nadie quedaría impune ante el asesinato de mi padre, aún recuerdo quien fue el que lo traicionó, aún recuerdo perfectamente lo que había pasado en aquel instante, algo que se había quedado en mi memoria, unos ojos color cafés claros y achinados, su cabello color negro y lacio, su maldita sonrisa que me cautivó esa misma noche que mi padre me presento al hijo de su socio, aún recuerdo su nombre... era un tal, Paolo Vásquez, si, el mismo hijo de puta que le dio el arma a su padre para que asesinara al mío.
La camioneta arrancó dejando marcas en el pavimento de los neumáticos, íbamos demasiado rápido, yo cargando el cuerpo de mi padre, lo miraba con lágrimas en los ojos y le juré que me iba a vengar.
"Padre, te juro por mi vida que esto no se va a quedar así, honraré tu memoria como siempre quisiste, haré ese trato con los Vasquez y me vengaré, así tenga que cobrarme la vida de Paolo".
El amor no siempre muere con el último aliento. A veces, queda suspendido en el tiempo, latiendo en cada sombra, en cada susurro del pasado que se niega a desvanecerse.
Han pasado años desde aquella noche en la que el frágil balance se rompió. Katherine Blackwood debería estar muerta, pero el destino tenía otros planes. Ahora, en un mundo que no deja de recordarle lo que perdió, debe aprender a vivir con las cicatrices de una historia que nunca se cerró por completo.
Adhara crece con el físico de su padre y el peso de su ausencia. Las promesas incumplidas siguen persiguiéndola. Y cuando el pasado regrese con fuerza, Katherine tendrá que enfrentarse a la verdad que siempre temió: algunos amores nunca desaparecen, solo se transforman en ecos de lo que una vez fueron.
Pero... ¿qué pasa cuando esos ecos comienzan a gritar?