El fuego me vuelve a atormentar esta noche. No puedo dormir. Con el tiempo creí que me acostumbraría a esta sensación, pero el dolor sigue siendo impetuoso, más que mi aguante. Mi cuerpo se cansa de esta lucha constante contra algo que es ajeno, que no nos pertenece y no podemos controlar. Como un parásito que se alimenta de mi mente, de mi fuerza psíquica, y que lo único que intenta es que me repudie a mí mismo... y lo está logrando. Me miro en el reflejo del agua traslúcida y no veo más que marcas de sufrimiento por todo mi cuerpo: mi cara, mi brazo... Y entonces aparece Ella, representando a todo lo que he jurado combatir y eliminar de este mundo y, sin embargo, la miro y me vuelvo débil, estúpido. Mis piernas se rinden ante ella y me quedo perdido en su rostro. Pero no es más que una ilusión; intenta que caiga mi defensa con su cara angelical y su aspecto delicado. Pero un Hijo de Dahyn nunca bajará la guardia... Jamás. Alerigan, Hijo de Dahyn
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