Sus ojos azules podían volver loco a cualquier ser humano que habitara la tierra. Sus emociones eran como olas, arrasando con todo lo que encuentran a su paso. Poseía el poder de ser la persona más fría del planeta y a la vez la persona más cariñosa y débil. Pero algo le destruyó, algo le hizo ser la persona que es ahora, fría, desconfiada, controladora... Tantas personas le pisotiaron, le hicieron pensar que era una persona débil hasta que le convencieron de que lo era. No tan solo su nombre griego le convertía en un dios griego, también su hermoso rostro, cada una de sus facciones lo hacía el dios griego que todos deciaban. Su nombre griego se señia a la perfección con su ser, como el zapato de cenicienta en su pie. Era único, le hacía único en la tierra.
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