Introducir sutiles pigmentos de maldad en la adorada belleza y hacer de lo maligno una obra bella. Golpear conceptos básicos por el mero placer de redescubrirlos. Entender la vida como algo trascendente al mal y el bien. Escuchar sus golpes de tambor, salvajes; sus gritos, inmundos; su fuerza, implacable; su dolor, hermoso... La vida que avanza dejando atrás todo lo que el humano pueda llegar a comprender. Situarnos como un elemento más dentro de esta fuerza de naturaleza inabarcable. Aprender a caminar a través de sus sinfonías y ritmos, que aún siéndonos impuestos por su voluntad, siempre podremos bailar a nuestra propia elección.
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