Al pasar de un año, me encontraba completamente dolida, triste, sin rumbo. Pensé que podría superarlo y continuar mi vida como solía ser: alegre, graciosa, siempre buscando la solución de todo; pero lo sucedido no lo podía solucionar ni tirando todo el dinero del mundo en la fuente de los deseos de mi ciudad. Hundida en la nostalgia y el dolor, tomé una decisión, pero jamás le tomé el peso que debí haberle tomado. Luego llegué al segundo acto. Los veré...