Oscuridad. Lo único que mis ojos distinguen en aquella habitación oscura es el líquido rojo esparcido a mi al rededor, y lo único que puedo sentir es el frío que corre por mi espalda. Acerco mis manos a aquellas cicatrices y siento como la piel comienza sobresalir dolorosamente, abriendo paso a la suavidad de unas plumas. Arranco una de ellas y la veo posada sobre mis manos. Bajo toda esa sangre puedo distinguir el color negro de la delicada pluma, y recuerdo cada palabra que nombró tal noche fría. "En mi lecho de muerte a quien veo es a ti, la vida puede dejar mis pulmones pero mi corazón estará siempre contigo..."