Fue maravilloso y desconcertante verla luchar contra uno de los suyos, pero causó regocijo cuando levantó aquella esplendorosa varita y asesinó al hombre que le había arrebatado la vida, por lo menos metafóricamente. Molly Weasley gritó hasta desgarrarse la garganta. - Perdóneme, señora Weasley, por no haber podido salvar a su hijo. Perdóneme, se lo ruego. Y de repente se derrumbó en el suelo.