Mi nombre es Patrick, tengo 13 años, cabello negro, piel canela y de estatura
aproximadamente 1.58 cm. Vivo en Miranda, un pueblo pequeño, pero muy acogedor,
junto a mis padres Eusevia, Remigio y mi hermano Kervin. Todos los días me levanto
a las 6 a.m. para ayudar a mi mamá a hacer el desayuno. Después de realizar los
quehaceres me dirijo al colegio. Cierta mañana, el profesor no había asistido a clases,
y todos tenían que leer u ocupar su tiempo haciendo algo útil en el salón. La mayoría
se dirigió a la sala de estudios y a la biblioteca. Solo Mathias, mi mejor amigo, y yo nos
quedamos en el salón sin tener la mínima idea de qué hacer. Me levanté de mi asiento
y me puse a caminar por todo el salón, de repente se me ocurrió la idea de
escaparnos del colegio, no quería estar cuatro horas más en el salón y menos sin
tener a alguien que nos enseñe. Le propuse la idea a Mathias, sin embargo, este se
negó rotundamente y me hizo dudar sobre mis planes.
¡Mi amigo tenía razón!, ya que al ser un colegio de menores varones, el auxiliar era
muy estricto con los alumnos y a cualquier desacato éramos llevados a un cuarto
oscuro donde nos castigaban a punta de correazos. Los jóvenes tenían la idea de que
todo varón no podía quejarse a sus padres, pues sino serían señalados. Esa mañana
me encontraba muy intranquilo, solo quería irme a casa a costa de todo, presentía que
algo malo ocurriría, pero mi valentía me hizo continuar con la idea de escapar del
colegio. Mathias no tuvo más remedio que apoyarme, era tantas las cosas que le
decía que decidió escaparse conmigo del colegio, no iba a ser algo tan fuerte y
muchos de mis compañeros lo habían hecho sin tener consecuencias. Pues bien, el
plan salió perfecto y llegué a mi casa feliz, mi mal presentimiento se había ido y solo
quería descansar.