PRÓLOGO
Lord Anónimo había seducido a más mujeres en Europa de lo que un hombre discreto admitiría voluntariamente. Aunque había olvidado las fechas de esos amoríos, había registrado, con cariño, los nombres de sus amantes en un cuaderno con tapas de cuero rojo, el cual mantenía bajo llave. Había hecho lo mejor posible para darles a sus damas un final feliz.
Pero a veces un hombre tenía que dejar ir, y conquistar otros desafíos.
Le había robado la virtud a una comtesse francesa, el día de su boda y la había ayudado a escapar de un novio cruel, una hora antes de sus votos. Le había hecho el amor a una princesa alemana en la Selva Negra y la había protegido en una cabaña hasta que habían agarrado a todos los traidores que querían su encantadora cabeza. Según recordaba, había seres sobrenaturales implicados. Había matado hasta el último de ellos.
Aun así, dependiendo de su ánimo, no sólo podía ser considerado como un héroe legendario, sino también como un villano clásico. Entre sus actos menos galantes, una vez había raptado a una dama inocente y la había encarcelado en su castillo durante siete meses. Se había propuesto desflorarla, y lo había conseguido.
Aun más, con su propio puño registró que la misma dama se había negado a ser rescatada cuando sus hermanos habían irrumpido en el patio.
Desde la torre donde la inmoralidad se había llevado a cabo, proclamó que había sido arruinada de por vida. Tan esclavizada estaba por su captor sin principios, que le ordenó a éste que los matara, si se atrevían a intervenir otra vez. No quería que la salvaran y ella misma habría enterrado un puñal en el corazón de sus hermanos, antes de renunciar al noble oscuro que la había deshonrado.
Lord Anónimo podía pasar de un hecho valiente a una venganza sangrienta en un abrir y cerrar de ojos.
No era sorprendente que lo hubiesen acusado de corromper al populacho.