Juliana Pérez nunca ha conocido el amor como tal, ella solo sabía lo que era encogerse asustada con el fin de defenderse a sí misma. Quizás era por que sus padres la consideraban un estorbo y preferían golpearla cuando tenían un mal día en el trabajo, quizás era porque sus compañeros le tenían repudio luego de haber descubierto que era homosexual, o quizás era porque se consideraba tan insignificante que no podía ni siquiera acercarse a la chica que le había robado el corazón, ella solo la miraba desde lejos. Por otro lado, estaba Camila Esguerra y su vida perfecta, con padres amorosos y tres mejores amigas que la hacían tremendamente feliz. Pero, era cobarde, y cada vez que veía como sus compañeros se burlaban de una pobre chica desdichada, ella solo apartaba la mirada; prefería mil vece ser completamente invisible y callarse a que alguien supiera de su existencia. Un día, ellas se encontraron, envolviéndose en una especie de romance inocente, cargado de primera veces y de esa añoranza idílica de obtener un amor similar al de esas películas que veía la chica de cabellos rojos en Netflix cada vez que sufría insomnio. Lamentablemente, la chica invisible había sido vista, y por primera vez en la vida había descubierto que le gustaba ser protagonista de las miradas fervientes de hormonas y de malicia en muchos sentidos. Ella nunca pensó que sería la causante de tanto dolor por su enfermizo intento de encontrar la competencia por su corazón. Y si bien, Juliana no sabía lo que era amor, ella sabía algo con completa certeza: "El amor no duele".