Ella, una mujer acostumbrada a la soledad. Él, la persona dispuesta a protegerla sea en cuerpo, mente y alma. Una promesa que va más lejos de las obligaciones, un corazón deseando curarse y un acto que el destino Juzgará.
-Me gustas...- Se acercó lentamente -No sabes lo que dices- retrocedió -Por supuesto que lo sé, usted también me desea profesora- recortó una vez más la distancia.
-Al carajo- La profesora la besó. Aún cerca de sus labios susurro -Has influenciado a que llegue al pecado...-