Después de la tormenta, la memoria es lo único que nos queda. Pero incluso ella nos acaba diciendo adiós. Es una acompañante de viaje caprichosa, la pobrecita: siempre cambiándose de disfraz. Siempre jugando al pilla pilla. Somos seres hechos de retazos de recuerdos y la maldita niña malcriada no quiere ponérnoslo nada fácil. Este relato pretende combatir con lo que nos quedará después de que los recuerdos nos abandonen: un entramado de pensamientos difusos, y después, la nada. Esta es la historia de mi cuarentena, pero quizá no. Más bien es la historia de cuando la manecilla del reloj se detuvo y dejó a medio mundo congelado.