Después de 35 años oculto, el hombre volvió a su casa en la Ciudad de México. En su memoria no pierde lucidez aquel diciembre de 1979. Vivía en Bilbao y tenía un ideal que se transformó en ira y rencor. La “causa” le había dado la espalda y, después de vengarse, se alejó del mundo democrático. Recluido entre África del Norte y Asia Occidental, dio orden a sus memorias y encontró un motivo para no quitarse la vida. Ahora, iniciado el siglo 21 y desmantelada Besoa, había emprendido el regreso a casa donde llevaba una vida sencilla. Tessa y Carlos se vincularán con “El viejo” de manera natural, como lo hacen los vecinos de aquel barrio asediado por los “trend hunters” de Latinoamérica. El orden natural de las cosas conducirá a los personajes a una tragedia que rememorará con amargura los años violentos de los 70 y reivindicará la sucesión del rencor y del odio a las nuevas generaciones, cultivadas con las raíces del mal, sembradas en el pasado en nombre de la justicia universal.