-que quieres que haga. -quítate el vestido.- dijo sentándose en un gran mueble de cuero con una copa en sus manos, era realmente guapo, sus ojos, sus labios delicados y carnosos y ni hablar de su cuerpo, estaba más torneado que el monumento de Miguel Ángel, solo esperaba a que no la tuviera igual a él. Se terminó de desabrochar la camisa y sonrió de medio lado-. Hazlo. No lo pregunto, lo ordeno. Como buena sumisa que tenía que ser, me quite en vestido primero bajando una tira y luego la otra dejando que aquel impresionante vestido color morado perla cayera a mis pies. Solo estaba en sujetador y braguitas, ambos era de color negro. Aquel hombre poso su mirada en mis pechos, mi cadera y por último en mi tatuaje que era un ave muy pequeña. Negó con su cabeza y su mirada se oscureció, yo sentía que mi rostro quemaba debajo su mirada. -de rodillas niña- dijo con voz quebrada. Obedecí sin rechistar, me sentía tan excitada que estaba que explotaba-. Hoy solo quiero observar para ver si realmente eres resistente a lo que yo quiero hacerle a tu cuerpo. Se giró sobre sus talones y Salió de la habitación, dándole paso a otro hombre.