Estaba molesto. Ese niño de rostro redondo y piel de porcela, ese niño con complejo de rey, ese niño con las mejillas encendidas, no sólo de un fingido asco sino más bien de vergüenza, de nervios y de expectativa por él, estaba intentando llamarlo enfermo mientras su voz temblaba por la adrenalina de sentirse igual de excitado que su contrincante. Ohm sonrió.- Entonces, su majestad, deberíamos correr con el médico ahora, porque se muere por tener a este enfermo encima suyo. [Queda totalmente PROHIBIDA la copia, distribución o adaptación de esta obra por medios o plataformas no autorizadas por el autor]
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