-Pamela, yo... Yo no quiero casarme.
Ella me miró con ojos confusos.
-¿Que dices Richard?
- Pamela, no puedo hacerme esto.
- ¿Hacerte que?
- No puedo casarme contigo.
- Estás nervioso mi amor, tranquilo, yo me he sentido así, solo necesitas descansar. No te voy a presionar con que hagamos el amor, esta bien si no quieres.
- No Pamela, no es cuestión de nervios. He venido pensando esto desde hace algunas semanas, pensando si es sano unirme a ti en matrimonio. Yo te amo Pamela, enserio te amo; pero por esa misma razón no puedo casarme contigo. No me siento cómodo a tu lado, ya no siento la misma química, te pasas todo el tiempo discriminando mi trabajo, me ves por debajo de ti. No puedo casarme con una mujer que desea apagar mi luz, que no aprecia mi valor.
Me interrumpe - No es cierto eso Richard.
- Si lo es Pamela, tu lo sabes, todos lo saben.
Comenzó a hablar entre sollozos fingidos - Esperas hasta hoy para decirme todo esto. Llevo meses, meses Richard, - Respira- Organizando mi boda de cuento de hadas. Pero tú tienes que venir a arruinarme todo, ¿Por qué haces esto? - Grita- ¡¿Porque?! Estás arruinado mi día especial, estás arruinado mi día especial, Richard, estás arruinado mi día especial. Se supone que ambos queríamos esto, tú me lo propusiste.
Conociste a otra mujer, ¿cierto?
- No se trata de otra mujer. Se trata de mi, quiero que ser feliz, quiero empezar a pensar en mi, saber que se siente. Y si continúo a tu lado, no lo haré. Eres como una ancla, estás pegada a las personas obligándolas a siempre estar en la misma posición.
- Lamento ser una ancla en tu vida Richard.
-Adios Pamela, de nuevo lo lamento, pero tengo que vivir por mi.
Para Park Sung-hoon, el matrimonio es solo un trámite necesario para asegurar su herencia y mantener el control de la empresa familiar. Para Loa, es una salvación inesperada cuando está al borde de perderlo todo.
Un contrato, seis reglas estrictas y un acuerdo sin emociones de por medio... o al menos, eso creen.
Loa y Sung-hoon no podrían ser más diferentes: ella, una artista soñadora con un pasado lleno de cicatrices; él, un heredero frío y calculador que solo ve el amor como una distracción innecesaria. Pero a medida que la convivencia se vuelve inevitable y las líneas entre el deber y el deseo comienzan a difuminarse, ambos descubrirán que el mayor problema no será fingir ser una pareja perfecta, sino evitar que los sentimientos reales destruyan el trato que los une.
Porque en este juego de conveniencia, el amor nunca fue parte del contrato... ¿o sí?