Natalia Afanador vivía en un pueblo en el que "normalidad" no se podía definir como una palabra muy usada, porque hasta el cartel de bienvenida era raro. Un día cualquiera, una noticia llegó, el ataque de lobos hambrientos había inquietado a su ciudad y la misma chica. Pero ella sabía algo, en primer lugar, sabía que en su pueblo no habían lobos; y, en segundo lugar, sabía que un lobo no podía ser tan grande, mucho menos tener los ojos rojos. Solo había una cosa que no sabía. Y es que ella era mía. Natalia Afanador tenía que ser mi mujer Alfa.