Dicen que cuando uno se topa con alguien y se quedan mirando es porque se conocen de otras vidas. Lo que quisiera contarles, no tiene que ver exactamente con eso. Pero algo extraño sucedió esta mañana, al tomar el tren subterráneo como de costumbre. Me percaté de que, Los humanos somos dados a la rutina., incluso con pequeños detalles como sentarnos en el mismo lugar; cerca de la misma persona, observando la misma ventana. Pero ese día me senté al lado de un hombre mayor, de esos conversadores.. pero yo hacía como que no escuchaba. Pero seguía pendiente de la ventana. Mientras el señor hacía su monólogo. Digo monólogo, porque ya les comenté que no le prestaba atención. Hasta que mostró la fotografía de su esposa cuando era joven. La cual había fallecido hace 20 años, según agregó. Por alguna extraña razón que no logre entender, quede impactada con ella. No podía soltar la fotografía y el señor insistía en que se la devolviera. Le retenía entre mis dedos como una obsesión. De pronto, el tren se detuvo en mi estación. Aproveche su distracción y me escurrí entre las personas con la intención de quedarme con su fotografía. No sé si alcanzo a darse cuenta... sin pensarlo. Corri a las escaleras, en busca de la calle. Sentía que todos me miraban con ojos intrigantes, pues había robado. La culpa la tenía la fotografía que aún conservaba en mi mano izquierda. Decidí cambiar la rutina y llegar a casa... buscar entre los papeles y observar las fotografías de mi boda. YO era ella. Era ella absolutamente. ¿Entonces? Prosegui a pensar. ¿Estoy muerta? ¿Èl está muerto? ¿Cuánto tiempo pasó? Todas las preguntas hacían que sintiera un nudo en mi garganta. Hasta que pude seguir observando las fotos... èl era mi esposo. Y tenía en mis escritos una frase que decía: nunca te dejaré solo, incluso después de mi muerte. Pude dividir mi alma y quedarme entre dos vidas. Yo me había suicidado, al parecer èl no lo merecía y la culpAll Rights Reserved
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