Sus dedos se paseaban sutilmente por las cuerdas de aquella guitarra negra desgastada, creando un sonido hermoso pero doloroso, que hacía retumbar la mente de cada persona que lo escuchaba. Su alma lloraba, al igual que sus canciones, haciendo que cada melodía fuese un grito de ayuda. Él mantenida distancia, no hablaba, no buscaba alguna solución, sin embargo pedía clemencia ante su dolor con cada melodía que hacían sonar sus dedos, su voz. Su alma. Él buscaba que alguien lo ayudase aunque sea con una mirada de compasión Y ese alguien estaba a punto de entrar en su vida, para hacer de tristes canciones negras, cálidas canciones amarillas.All Rights Reserved
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