En una sola mirada, todo cambió. Ese bastón, al principio percibido como odioso, se convirtió en el hilo que tejía nuestro hechizo de amor. Puede sonar increíble, pero cuando nuestras manos se tocaban, el cielo y el infierno danzaban en sincronía. Fue como si hubiéramos alcanzado el firmamento, y en ese momento mágico, los tonos del cielo se transformaron en un suave y etéreo violeta pastel. Nuestro amor, tan único como inesperado, coloreó nuestra realidad con la paleta vibrante de emociones que solo descubrimos cuando nos aventuramos a tocar el cielo e invocar el éxtasis que se esconde en el abrazo de lo divino y lo terrenal.