Emilia North. 29 años, un trabajo estable, casa propia, un amigo disfuncional, seis gatos, curvas de voluptuosidad pronunciada y carne de excesiva sensualidad. Para Emilia, esos no siempre han sido atributos, sin embargo, se adhiere a la ley de conformidad para ser feliz con lo que posee, aceptar lo bueno aunque no sea lo mejor. En consecuencia, nunca se permitió sentirse afligida y menospreciada por amar la comida más que así misma.
Hasta que, sin planearlo, esa noche decide ingresar a una fiesta a la cual no fue invitada. Incitada por un impulso errático de no llegar virgen a los treinta, por sentirse más viva que nunca, por sentirse una mujer deseada y completa. Ansiaba conocer a alguien, sin importar quién fuera. Sólo alguien dispuesto a tener una aventura loca, desenfrenada, apasionante, que derritiera cuánta capa de piel y grasa fuera necesaria para fundir su interior y volverla líquidos.
Quería sentirse lava ardiente, al mismo tiempo barro maleable ante dos manos firmes y expertas, volverse agua y gemidos. Pero la jodida vida, creyéndose graciosa e irónica, le presenta al hombre más ermitaño, gruñón, antisocial, con cero sentido del humor y positivismo, quien no se inmuta a la hora de demostrar el odio por la vida y el mundo, con letreros claros de no ser un Dios del sexo dispuesto a desvirgarla esa noche.
Y entonces, volvió a conformarse. Aceptó cambiar la penetración por una hamburguesa.All Rights Reserved