Se quitó las manos de los ojos, y de dio media vuelta. Fue a un sitio conocido, al escondite habitual de Chaerin, sus pasos se habían hecho más lentos y cuidadosos. Min YoonGi tenía dieciséis años, y era un pelmazo de lo peor. Su cara ligeramente redonda se había deshecho de las suaves mejillas, dejando una mandíbula más esbelta con rasgos más definidos, con carnosos labios delicados con porte de muñeca de porcelana. Min YoonGi era un niño rico que se aislaba en su mundo y que parecía no tener amigos. Siempre se había preguntado cómo su hermana, Chaerin, era tan extrovertida. -Y tú deberías haber sido una chica. YoonGi se había enfadado. -Deberías aprender a comportarte como una chica de verdad. - jamás había malgastado su valioso dinero en brillo de labios. Casi todas sus amigas, que tenían catorce años, ya habían experimentado sus primeros besos, incluida Chaerin, pero en su caso, la idea siempre le había revuelto el estómago. Aunque, antes muerta que admitirlo delante de YoonGi. -Lo sabía- se jactó YoonGi. Solo quería comprobar si eras una chica de verdad. A lo mejor YoonGi tenía razón y era defectuosa.
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