En la noche desierta, de la vieja Coruña, se encuentra una calle que a su vez se pierde entre una multitud de languidas calles y a juego con ellas, forma parte de su adusto mobiliario, con porte señorial, un antiguo banco.
Sus tablas han recibido el calor de muchas personas, han conocido demasiadas posaderas y ronquidos de desconocidos a los cuales el cielo les hacía de techo.
Pero con ellas fue tan diferente, fue tan especial, quizás incluso podríamos decir, que fue tan raro.
Para ellas agudizó las entrañas de su roída madera y con atención vio bailar a Amanda con la penumbra, mientras el pelo de Carlota perdía el paso y el compás sobre su cabeza.
Testigo, sin veredicto fue aquel banco del juicio de sonrisas y llantos, en el que ambas eran acusadas, fiscales, victimas y abogadas de un destino incierto.
Escucho pasos detrás de mí y corro como nunca.
-¡Déjenme! -les grito desesperada mientras me siguen.
-Tienes que quedarte aquí, Iris. ¡Perteneces a este lugar! ¡Tú no eres una humana normal! -grita un guardia sin dejar de perseguirme...
-¡No! Yo pertenezco a mi ciudad, con mis padres... -cuando estoy por llegar a la salida veo a dos chicos.
Practicando con espadas...
-¡Sky! ¡Atrápala! -grita Rick...
Uno de los chicos desvía su mirada y nuestros ojos se conectan
Sus ojos dorados me miran fijamente...
Revolotea despreocupado su cabello rubio, pero luego...
Se da cuenta de lo que sucede y me apunta con su espada
Yo me detengo inmediatamente...