En la noche desierta, de la vieja Coruña, se encuentra una calle que a su vez se pierde entre una multitud de languidas calles y a juego con ellas, forma parte de su adusto mobiliario, con porte señorial, un antiguo banco.
Sus tablas han recibido el calor de muchas personas, han conocido demasiadas posaderas y ronquidos de desconocidos a los cuales el cielo les hacía de techo.
Pero con ellas fue tan diferente, fue tan especial, quizás incluso podríamos decir, que fue tan raro.
Para ellas agudizó las entrañas de su roída madera y con atención vio bailar a Amanda con la penumbra, mientras el pelo de Carlota perdía el paso y el compás sobre su cabeza.
Testigo, sin veredicto fue aquel banco del juicio de sonrisas y llantos, en el que ambas eran acusadas, fiscales, victimas y abogadas de un destino incierto.
Ella odia la atención
Él adora la fama que tiene como jugador
Ella ama leer
Él ama el fútbol
¿Conseguirán ser más que amigos aunque ella sea vasca y él catalán? ¿Aunque ella odie el fútbol y él leer? ¿Aunque él la vea como la fan del Athletic y ella como el defensa del Barça?