- ¡No soy tu juguete! - grité a pesar del nudo en mi garganta. Veo como toma sus pertenencias y se dirige hacia la puerta dispuesto a marcharse, voltea y me observa sin expresión, sus ojos se tornaron negros, sus facciones reflejaban la misma dureza de su mirada. - Esto se termina aquí - responde con crueldad sin apartar sus ojos de los míos. Las lágrimas comienzan a brotar, y sin nada más que decir, se va, llevándose con él un pedazo de mí.