Nadie sabe como, pero Ares se coló en el reino de Deméter lo suficiente como para cortejar a su hija. Koré, obsesionada con la profecía de la que viene su nombre más que por el dios, acepta el matrimonio. Deméter no está nada conforme, pero sabiendo que es cosa del destino y no puede intervenir no le queda más remedio que preparar a disgusto la boda. Al menos espera que de esta boda salga otra y sea capaz de declarar por fin su amor tanto tiempo guardado por el rey del Inframundo. Afrodita no está dispuesta a observar tranquilamente como su amante favorito se casa solamente porque han tenido una pelea. Y si tiene que volver loco de celos a Ares lo hará, después de todo cuenta con los medios y de paso puede fastidiar a Deméter por no haberla invitado a la boda. Hades solamente quería tener una celebración con otros dioses tranquila por una vez, pero el destino tenía otros planes.
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