La historia de Kulakov
Ni Gulags, ni la KGB, ni el mismo Stalin...
-¿Qué hiciste, Kulakov, para que te tiren acá con nosotros? -preguntó uno de los prisioneros.
Hice una pausa.
-Soy un creyente cristiano -respondí, finalmente.
Fe, una fe sólida e inquebrantable, era todo lo que Mikhail Kulakov tenía. El gobierno soviético comunista ya le había quitado el trabajo, su familia y su libertad.
Lo encarcelaron, lo interrogaron, y lo sentenciaron... Soportó amargas dificultades, pensadas para reprimir el espíritu y quebrar la voluntad; y si sobrevivía, podía ser desterrado a una remota población al Oeste de Siberia.
-Su Dios lo ha traicionado -le dijo el carcelero-. Durante los años que pasará en los campos de trabajos forzados, maldecirá a su madre por haberlo hecho cristiano.
No, Señor -oró fervientemente-. De ninguna manera...
Ni aunque se desplomen los cielos.