Fui entregada a èl en contra de mi voluntad y me juré no quererlo. El era mi cárcel, mi opresor, mi verdugo. Porque me desalmaba con cada toque, con cada beso, con cada caricia, mi corazón lloraba pero mi alma pedía a gritos un poco más. Cada día perdía la batalla, cada vez que mis gemidos salían de forma involuntaria, cada vez que mi espalda se arqueaba buscando mas su cercania, cada vez que mis labios se entre abrían y cada vez que susurraba su nombre. No lo vi venir hasta que llegó el día más esperado, el día que obtendría mi libertad me dí cuenta de que no la quería.