El hermoso espectáculo de luces que se presentaba ante mi no significaba el comienzo de una nueva vida, lo único que veía en ellas era que la vida de quien alguna vez fue mi hermano y amigo, llegaba a su fin. Y yo, renegado por el mismísimo creador, debía vagar por esta tierra. No podía llegar a la redención, mis pecados son demasiado grandes como para ser perdonados. Pero una pequeña luz roja aparece ante mi, moviéndose alegremente. Era una señal de esperanza para mi. Era él.