»Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.«
Filipenses 2:5-11 RVR1960
Kageyama Tobio era un niño pequeño con una vida dura. Encontró consuelo en el voleibol y sabiendo que algún día encontraría a su alma gemela. Siempre había creído que se suponía que las almas gemelas eran perfectas para cada una y soñaba con conocer la suya. Alguien que lo amaría sin importar nada. Lamentablemente ese sueño se hizo añicos cuando descubrió quiénes eran sus almas gemelas.