Federico Rivero, el peor hombre que habita sobre el planeta. Machista, violador, violento... Es el diablo encarnado, parecía ser pura maldad. Era como si no existiera bondad ni arrepentimiento en su alma, como si no amara a nadie. Pero eso no era cierto... Se había enamorado como un loco de Cristina Álvarez, una mujer completamente opuesta a Él. Una mujer buena, bondadosa, cariñosa... Se encapricho tanto con ella hasta el punto de lograr casarse. Un ángel casado con un demonio, vaya contradicción. ¿Quién lo diría? Él, ni siquiera con ella, era un buen hombre. La había dejado ciega en un accidente causado por su culpa, la había violado, se había complotado junto a Raquela para alejarla de su hija, y la había hecho derramar más de mil lágrimas. Cristina había tenido que ver, tal vez, la peor cara de Federico, la hizo sufrir demasiado, y sin embargo, aun seguía casada con Él. Ella creía odiarlo, se convencía a si misma que ese hombre no podía, ni podría jamás, otro sentimiento que no fuera ese, sin embargo una parte de ella, y más ahora que había recuperado la vista, lo deseaba y Federico ocupaba cada una de sus fantasías... Era como si un hechizo la hubiera atrapado, como si estuviera pagando alguna condena en vida pero no podía despegarse de Él. Varias veces había pensado en huir, en irse lejos pero, aunque se excusaba con otras cosas, la realidad es que no quería dejarlo. ¿Por qué? ¿Por qué rodearse de la maldad y permitir que la siguiera consumiendo? Ni ella misma tenía una respuesta para eso, solamente sabía que lo necesitaba, aunque fuera simplemente para discutir con Él. Lo necesitaba y no lo admitiría jamás, aunque tal vez si sucumbiría en las llamas del infierno para ascender hacia los cielos...
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