Tras la muerte de del salvaje, la población del Estado Mundial estaba intranquila. Algunas enmiendas fueron dictadas para contrarrestar los efectos de la muerte. Sin embargo, nadie estaba preparado para lo que estaba por ocurrir. Ni las máquinas de fecundación, ni los predestinadores sociales, ni los especialistas en hipnopedia y condicionamiento pudieron prever el desastre que estaba a sus pies.