Jiang Cheng había llegado a la edad adecuada para casarse, belleza y riqueza tenía, pero el amor, no. Nadie logró capturar su atención, y estaba considerando en ver las candidatas de las mujeres que tenían buena posición para hacerla su esposa... Es decir, un matrimonio político, sin sentimientos en medio.
Eso hasta que un hombre extranjero le llamó la atención, aquel misterioso que usaba raras túnicas, con el cabello largo, cubriendo su boca con el abanico. El mismo le había dedicado una sonrisa y desde ese momento no pudo sacarlo de su mente.
El problema era que los donceles eran mal vistos en su país.