Cerré los ojos, estaba nerviosa, muy nerviosa. No estaba segura de lo que se suponía que debía hacer. Me levanté de la cama y me puse las rodilleras, el culote y mi camiseta. Cuando me miré al espejo sonreí. Yo era ese número, estaba con mi equipo justo donde quería, no era momento de rendirme y menos tan fácilmente. Me sentía como la princesa de un pequeño reino que con sus 11 aliadas eran capaces de hacer magia con puño balón. Pero ¿cómo había llegado ahí? Esta historia es de una jugadora, que como todo buen jugador irá creciendo como persona y como jugadora.