Era tan práctico, tan distante, pero a la vez tan cálido. No me regaló rosas, ni me invitó a citas y me dijo palabras cursis. Rápidamente comprendí que, después de tanto tiempo de buscar, finalmente encontré lo que más necesitaba en mi vida: a él. Y él lo único que necesitó hacer para conquistarme, fue ser como era y un muérdago sobre nuestras cabezas.