La noticia se repite una y otra vez en su cabeza, torturandolo de alguna manera, repitiendole y recordándole que ya no está. Wally ya no está. Sabe que nunca sanará, sabe que nada de lo que haga y sin importar el tiempo que pase lo ayudará a curar una herida que está implantada como veneno en su ser. Sólo, sólo quiere un último abrazo. Por más efímero que sea, desea que aparezca, que regrese, por un instante. Y lo sane, al menos un poco.