"¡Ojos verdes!"
Se levanta de su particular precipicio y ahí está la muerte, tendiéndole la mano, recogiéndolo de su caída.
Un prado, verde como sus ojos, se extiende bajo las nubes que no se ven, nubes que han quedado reducidas a estelas de humo en la madrugada soleada. La parca lo persigue en una danza que forma un juego de niños. Ríen, hablan, corren. Él la ama de aquella manera que prometió que la amaría siempre.
Las nubes empiezan a acariciar su pelo, su piel, su rostro y su cuerpo, con suaves gotas de lluvia que mojan sus ropas y provocan que tirite de frío. Escucha su risa, la de la parca, a lo lejos. Asustado, sin saber por qué, grita, corre, huye. Dibuja círculos en ese prado, y su cerebro no le indica a sus pies que no llevan ninguna dirección. Le busca a sus espaldas, escudriñando cada matorral con la mirada, escaneando el lugar para encontrarle. Pero él no está, se ha ido. Y, sin embargo, sigue escuchando su risa, la misma de cada vez que lo dañaba.
El chico de los ojos verdes no tiene los ojos verdes.
El chico de ojos verdes se ha quedado dormido, para siempre, con los ojos abiertos y el reflejo en sus ojos del césped verde en la nocturnidad iluminando por farolas colorea su iris del tono que se le antoja, semejante a sí mismo.
Un hilo de sangre decora su frente y tiñe su melena.
El chico de los ojos verdes ya no tiene los ojos verdes...
Él ya no tenía ganas de vivir, estaba en una azotea escribiendo lo que sentía, hubiese logrado su cometido si ese misterioso chico no le hubiera dicho lo que le dijo. Desde ese día él no pudo dejar de pensar en esa persona y se volvió importante en su vida
"Lo encontraré"
Se propuso él, pero ¿de verdad lo va a encontrar?, ¿qué hará si lo llega a encontrar?, ¿qué cosas hará para encontrarlo?, y si lo encuentra ¿ese chico misterioso será lo que busca?
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