A simple vista no parecía un hombre de 40 años, se conservaba muy bien. Físicamente era un adonis, tenía un rostro muy atractivo, una barba tupida de un color castaño acompañada de unos bigotes enroscados. Su cuerpo se notaba maduro; ya no tenía que depilarse como nosotros los competidores, así que mantenía un cuerpo velludo: piernas, brazos, pecho, ombligo, todo por igual. Era la primera impresión, no pensé que se viera tan joven. Esperaba una complexión parecida a la de mis anteriores entrenadores: panzones, descuidados, pasados de los cuarenta años, y muy poco atractivos.
-Bueno. Que te parece si me esperas unos minutos. Debo ir a cambiarme para poder platicar contigo ¡No te esperaba tan temprano! aproveché entrenar antes de verte.
-Adelante, aquí le espero. ¿Quiere que me cambie de una vez?
-¡Por favor! Después de una breve entrevista quisiera ver toda esa habilidad de la que tanto hablan.
Esperé a que se fuera a los vestidores. Si algo debo agregar es que es tenía ¡un tremendo trasero! le hacía justicia al tamaño de sus piernas. Fue imposible no fijarme en el gran tamaño de su entrepierna. Era un poco difícil que no te llamara la atención.
Cuando su hermano y la esposa de éste murieron en aquel accidente, Rodrigo no esperaba los cambios que trajo encima la venida de su sobrino a su casa. Su vida cuidadosamente controlada y planeada estaba a punto de sufrir una sacudida de la cual, por primera vez en su vida, no tenía idea de cómo iba a sobrevivir.
Esta novela participa en el Camp Nano Abril 2015.