En el cómodo abrazo de un sillón, la tenue luz viste su desnudez, y entre sombras, con cierta timidez, se insinúan sus pechos bajo un mechón. Transparente lencería de algodón contrasta su sedosa palidez, y abstraída en su risueña placidez, de deja guiar por la imaginación. Que desnuda sus deseos pervertidos, donde el anhelo de cada aventura se rinde sumisa en labios prohibidos. Y así, excitada por la lectura, lee hasta que caen sus párpados vencidos en una expresión que evoca a la ternura.