Él encima de los escenarios, ella siempre detrás. Él en Madrid, ella en Navarra. Él pasando unos años de mierda, rodeado de burocracia, siempre a la sombra de otros artistas, tocando la guitarra, haciendo coros, más cerca ya de los 30 que de los 20. Ella despreocupada y desconectada del mundo, viviendo entre Iruña y el Valle del Baztan, centrada en captar la esencia de los artistas y plasmarla en sus videoclips mientras rige un par de casas de turismo rural, heredadas de sus padres, por el pueblo de sus abuelos, ahora que el turismo por el norte de España está en auge y controla bastante bien los idiomas.
Diría que la vida quiere que sus caminos se crucen, pero es más bien la muerte la que lo hace. Madrid, Navarra, la recta final de la veintena y el desconcierto de quienes no saben que les deparará el futuro en un país donde hacerte un hueco, ya no en la industria musical, sino en cualquier espacio laboral resulta frustrante, mientras observas como todas las personas de tu alrededor van poco a poco asentándose y alcanzando sus metas.