Según los libros sagrados, el fin de los tiempos siempre solía ir precedido por alguna clase de advertencia. Variaba desde jinetes que traían alguna clase de fenómeno natural que se encargaba de eliminar poco a poco a toda una población, hasta simplemente un presagió de alguna mujer sabia en alguna parte del mundo. Nadie había visto venir aquella perdición, mucho menos en aquellos pilares que sostenían al universo. El día en que renació, había roto la armonía del universo. Por eso no se levantaban los renacidos.