ɴᴏ ᴇʀᴀ ᴇʟ ᴍɪꜱᴍᴏ ᴍᴇꜱ, ɴɪ ʏᴏ ʟᴀ ᴍɪꜱᴍᴀ ᴠᴏᴢ (ʙᴏʀʀᴀᴅᴏʀ)
38 parts Ongoing Hubo un mayo en el que florecí por inercia.
No porque supiera cómo, sino porque el mundo exigía que siguiera.
Un mayo donde mi voz aún temblaba al pronunciar su nombre, y mi sombra lo seguía sin preguntas,
como si amar fuera suficiente para quedarse,
como si quedarse no fuera otra forma de desaparecer.
En aquel tiempo, confundí presencia con pertenencia, miradas con promesas, silencios con paz. Fui raíz sin tierra, eco sin origen.
Pero este mayo es distinto.
Ya no recorro las esquinas buscando respuestas en gestos que ya no existen.
No espero en los portales que el pasado me devuelva algo de lo que se llevó. Ya no sostengo con las manos heridas lo que el tiempo, con crueldad silenciosa, deshizo.
Ahora camino sin pedir permiso, sin mirar atrás con la esperanza ingenua de que alguien me siga.
Entre ruinas de memorias olvidadas
y cartas que jamás encontraron destinatario,
una mujer regresa a un lugar que alguna vez llamó hogar, aunque ya no la contenga.
Los muros siguen en pie, sí. Los nombres aún pesan como piedras antiguas.
Pero ella ha cambiado.
Ya no es la que partió con el corazón en carne viva.
Ahora es toda piel nueva, memoria curada, voz reconstruida.
Andrea José teje con precisión quirúrgica una historia de transformación interior,
de despedidas necesarias y reencuentros inesperados con una misma.
No hay grandes gestos ni finales ruidosos.
Hay renacimientos silenciosos,
cambios que se sienten primero en la respiración,
en la forma de mirar el mundo,
en los espacios que una aprende a no llenar con ausencias.
Porque hay meses que el calendario repite,
pero voces que ya no vuelven.
Y hay mujeres que florecen sin primavera,
que entienden que no todo lo perdido fue pérdida,
y que hay regresos que no buscan quedarse,
sino cerrar la puerta con la dignidad de quien ha aprendido a soltar.