Es una abuela menudita. Lleva puesto su chal de lana rojo y siempre trae consigo sus agujas de tejer y su canasta mimbre, llena de ovillos de todos los colores. Mira a través de la ventana mientras teje metódicamente; la tarea no le cuesta, se sabe de memoria el vaivén de las agujas. Tiene el mundo en los ojos de tanto que lo mira, ¡es que le gusta tanto! A ese también se lo sabe de memoria, como los hilos que se entrecruzan para formar una bufanda o un suéter. Desea tanto el mundo, que sueña despierta con vivirlo de nuevo.