Desde el principio el desierto siempre estuvo ahí como una extensión de la tierra que conduce a la muerte, alargó sus brazos y echó su raíz profunda, cubriendo el territorio de Egipto, abrazando sus montañas, ahogando la vida que crecía en ese lugar. Por muchos años Osiris, dios de la vida y soberano de Egipto trató inútilmente de poseerlo para sí mismo y conocer su verdadera forma, pero el desierto sólo puede ser probado mas no conocido ni domado. Uno se moldea a su abrazo letal, pero él es tan profundo que no puede moldearse a uno mismo. Muchísimos años después de ser coronado rey del Bajo Egipto Horus se enamora y se casa con un dios misterioso y muy temperamental. Lo que comenzó como una historia de amor terminó desencadenando una guerra de amor y obsesión que atentaba contra la falsa paz que se había construido por años.