- Manda cojones. - El rubio mira divertido por encima de la barandilla de hierro. - ¿Te acuerdas de las frecuencias? Asentí. Aunque posiblemente ni me viera. - ¿También me vas a decir que son relativas?- aprieta la baranda - Yo no tengo ni puta idea, Ana. - ¿De qué?- le sonrío, mirándole de reojo. Lo miré, sus manos apretaban el hierro de la baranda. La suave brisa de primavera nos eriza el bello. Mientras, el cielo comienza a tintarse con fugaces pinceladas de colores violáceos. - De ver más allá.