Caminar por la orilla, era lo único que a Leslie la tranquilizaba y la perdía de tal manera que olvidaba tantos de sus problemas. El quitarse los zapatos, que sus piernas rozaran la fina arena, en la orilla que se mojaran de tal manera y escuchar las olas romper una tras otra, era música para ella.
No era un día soleado, hacía viento, así como para que los barcos costeros temieran el ir a faenar.
Leslie, se levantó el vestido y comenzó a caminar hacia el agua, la cual estaba realmente congelada. El estrés, la angustia y las malas vibras que ocupaba en su día a día, en su vida. Siempre la hacían llegar hasta alguna playa y desaparecer de su hogar y ámbito de trabajo por unas horas.
El agua comenzó a cubriré las piernas, sintió frío. Después tapó completamente su torso, hasta llegar al cuello. Al desaparecer ese frío y acostumbrarse, ancló sus piernas en la arena de manera que no seguía avanzando. Se sintió como nunca y para no ver el estado de color del cielo esa tarde, solamente cerró los ojos.
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