Yo nunca tuve interés en ver arder el mundo. Quiero decir, siempre he sido la chica buena, la que hace todo lo que esperan de ella, con buenas calificaciones, obediente, esa que siempre es el papel secundario pero nunca la protagonista. Pero este año tenía un plan, una meta, una lista de cosas que una niña -no tan- buena haría. El primer objetivo: Ganarle a Keith Harrison. Keith. Jodido. Harrison. Odio a ese tipo, es como una molesta piedra en el zapato, un insecto zumbando en tu oído cuando intentas dormir, como un dolor de muelas infinito, un obstáculo en tu camino que simplemente se no puedes quitar por nada del mundo. Entonces, alguien me puede explicar ¿Qué demonios hago robándole un beso a ese indeseable un lunes a medianoche? En mi defensa, fue un error de cálculo, el plan era escabullirme en la habitación de su hermanastro Nolan Novak, pero ya ves como terminan mis planes. Yo no tengo la culpa de nada de esto. La culpable es esa maldita lista. O tal vez sí sea yo, que me cansé de no ser la protagonista de mi propia historia. O simplemente sea por la maldita lista. No, definitivamente, no. La culpa es de Keith Harrison. *Inicia en Agosto*