El alcohol nubló su vista y todo lo que podía ver eran pequeños destellos de claridad esmeralda. Un dolor vacío y seco se instaló tras sus ojos, iluminando por poco su visión desenfocada logró vislumbrar la sensación de pequeñas gotas calientes recorriendo sus mejillas, dejando un rastro de desesperanza y tristeza, de rendición. Fue en ese momento que se dio cuenta, pues había perdido lo que más quería, y ahora todos esos recuerdos forjados a fuego en su mente le perseguirían por el resto de sus días recordando que se rindió, que debió luchar, que no iba a encontrar a nadie que le hiciese sentir vivo de nuevo.