El hombre es codicioso por naturaleza, siendo capaz de hacer cualquier cosa por cumplir su cometido. No le importa mancharse las manos del tinte más rojo, no le importa abandonar su humanidad hasta caer al más insondable abismo con tal de garantizar que sus "caprichos" se hagan realidad,pero, aún así, al final del día busca la absolución de sus pecados y se aferra a la esperanza por más diminuta y efímera que sea, entonces... Entregarle el alma a "eso" es un precio justo por su favor ¿No?
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