AVENTURAS DE UN INMIGRANTE EN LA ERA TRUMP

Llegué a los Estados Unidos el 6 de agosto del 2018, era lunes y las seis horas de vuelo me habían dejado exhausto. La noche anterior había dormido muy mal, me sobresaltaba la idea del avión cayendo en picada en cualquier parte del océano.
Al momento del aterrizaje miré por la ventanilla y me deslumbró la fantástica panorámica que ofrecía la ciudad de Houston con su horizonte anaranjado que se perdía entre los pintorescos edificios de cristales plateados. Todo el cielo era de un azul tan vivaz que parecía haber pasado por un filtro de Instagram. El sol gigante aún brillaba a pesar de que el reloj marcara las 7:08 pm.
Apenas pisas territorio Yankee te sientes más cerca de la prosperidad, pero a medida que avanzaba hacia las oficinas de inmigración del aeropuerto George Bush mi angustia se fue incrementando. Estaba a segundos de toparme cara a cara con un agente que me interrogaría a fondo y tomaría la decisión de permitir o no mi ingreso al país de los sueños.