Cómo ya era costumbre el grupo de amigos se dirigió al Starbucks de siempre luego de un pesado día de universidad para comprar una bebida fría y sentarse a quejarse de sus clases. Los gatunos ojos de Kenma perseguían cada movimiento del chico de la barra que portaba el uniforme negro y un mandil verde con el logo de la cafetería.